domingo, 6 de noviembre de 2011

La barra del río Guadalquivir



Hace una semana navegando con mi hermano por el caño de Sancti Petri (Cádiz), observé, al intentar salir al mar, unas olas rompientes muy fuertes originadas por el mar de fondo. La mala mar nos hizo retroceder y atracar en el C.N de Gallineras. Allí esperamos la pleamar para poder ganar el mar con seguridad y regresar a nuestro puerto base sito en Rota. Este hecho nos hizo recordar, mientras aguardábamos en el barco tranquilamente tomando una fabada asturiana "Litoral", una experiencia similar vivida unos años antes.


Nos ocurrió en una travesía por el río Guadalquivir entre puerto Gelves (Sevilla) y Puerto Sherry (Cádiz).

Aquel caluroso día del mes de julio, me entregaron un pequeño velero Beneteau First 18 de 5,50 m de eslora, que acababa de comprar de segunda mano. Sin conocer el barco y sin muchos miramientos iniciamos el descenso del Guadalquivir tal y como la grúa posó el barco en el agua. La bajada nos llevaría unas 8 horas aproximadamente. Para el viaje mi mujer nos había preparado dos litros de Colacao para la mañana y una fiambrera llena de filetes empanados para el medio día.

La única anécdota destacable del relajado descenso se produjo al abrir un tambucho del barco para extraer una garrafa de gasolina. Observamos una cantidad no despreciable de agua en el interior del compartimento lo que nos hizo pensar que el barco tenía una entrada de agua, mientras tanteábamos el fondo buscando el orificio perdimos el control del barco que sin darnos cuenta había realizado un giro de 180º fijando rumbo a Sevilla de nuevo. Nos dimos cuenta pasado un rato. Tras desechar la idea de una vía de agua corregimos el rumbo y continuamos el viaje.

En Sanlúcar de Barrameda el Guadalquivir se ve las caras con el Atlántico, ¡y de que forma!. El río bajaba con fuerza y nosotros con él a unos buenos 6 nudos. Nuestra sorpresa fue grande al comprobar como, a medida que avanzábamos por la barra, el mar liso como un plato, se iba ondulaba hasta convertirse en un tren de olas. Éstas, verticales de unos tres metros de altura de color verde y con crespones blancos de espuma en todo lo alto, venían tan seguidas que no salías de una y te entraba la siguiente. La verdad que pensamos que el barco iba a volcar cayendo hacia atrás. En un momento determinado conseguimos dar la vuelta y surfeando sobre las olas alcanzamos de nuevo el cauce del Guadalquivir. Entre el susto, los saltos, el Colacao y los filetes empanados mi hermano se puso malísimo, con una cara de chino increíble. Intenté tomar tierra en el C.N. de Sanlúcar pero el botero nos dijo que no había sitio ¿? y que nos fuéramos. Así, como última alternativa, pusimos rumbo al cercano puerto pesquero de Bonanza. Allí nos permitieron abarloarnos a un pesquero. Nos recibieron estupendamente. Un pescador nos explicó que en esas condiciones, vaciante y fuerte virazón, la navegación por la barra resultaba imposible para embarcaciones de pequeña y mediana eslora. Pasé la noche en Bonanza solo, porque mi hermano, mareado ya sin solución, abandonó el barco. Al día siguiente por la mañana, a la hora indicada por el pescador y en pleamar, navegué aquellas mismas aguas sin el más mínimo inconveniente.

Se adjuntan algunas fotos de la estancia en gallineras.












domingo, 27 de marzo de 2011

Amor de juventud

Quizás debería decir amor platónico porque nunca llegó a ser correspondido y la cosa quedó en fervorosa ilusión. Todo se deshizo por culpa de mi madre. Ella opinaba que aquella compañía no me convenía en absoluto. Yo acababa de cumplir 18 años y ella era toda una veterana con muchos tiros dados. Al menos eso aparentaba. Tres hombres habían compartido su vida con ella.

Aquella mañana de marzo mis padres me acompañaron. Por fin iban a conocerla. A mi padre le agradó sobremanera y no pudo disimularlo, su mirada cómplice así me lo hizo saber. Pero mi madre comenzó a llorar desconsoladamente después de ojearla de arriba abajo. La cosa pintaba mal. Intenté hacerla entrar en razón pero resultó imposible. "¡No tienes dinero para mantenerla!, ¡te va a arruinar la vida!, ¡estás loco!" gritó. Mi padre intervino a mi favor: "para empezar no está tan mal...",  pero mi madre, fulminándole con la mirada, le dijo: ¡si le pasa alguna desgracia tú serás el culpable!. Contra ese chantaje emocional no había solución. Entendí que estaba todo perdido. Y desgraciadamente estaba en lo cierto. Mi padre me dijo: "lo siento no te puedo ayudar" se dió la vuelta y se fue con mi madre. Yo me quedé allí abatido, solo por última vez junto a aquella preciosidad, antes de que nuestros caminos se separaran para siempre.

Unos 20 años más tarde, cosas de la vida, se cruzó en la vida de mi hermano que sucumbió ante sus encantos. Ayer la ví, quedamos para dar una vuelta. Pese al tiempo transcurrido, disfruta de una belleza imperecedera e inconmensurable. Mi hermano me convenció para que me la llevara a casa y saldara las deudas del pasado con ella. La verdad que disfruté como un enano de toda su experiencia  y buen hacer. Nada que ver con las jovencitas de ahora. Debe ser que el primer amor perdura para toda la vida...

BMW R-45. Tan bonita como siempre.

Foto de familia. BMW R-45 Junto a su "joven" cuñada la BMW K-75.

miércoles, 16 de marzo de 2011

BMW K-75S

En mi casa siempre existió una gran afición por el mundo de las motos. Mi padre estaba suscrito a Motociclismo y mis hermanos y yo devorábamos las revistas que llegaban todas las semanas. En sus releídas páginas, que aún conservo, asistí a la hecatombe de las grandes marcas españolas y a la reconversión de la industria nacional que ahora 30 años después vuelve a desmoronarse. De aquel tiempo recuerdo que las motos de carretera de gran cilindrada llegaban, fundamentalmente, de Italia: Ducati, Moto Guzzi, Laverda, Benelli, etc., y de Alemania: BMW. . Por entonces los japoneses iniciaban el aterrizaje en España. A la hora de soñar yo me decantaba por la calidad y sobriedad de las BMW boxer de la época: R-100, R-80, R-65 y R-45. Mis hermanos añoraban las Benelli Sei y las Guzzi Le Mans.

A día de hoy, y han pasado 30 años, podemos observar como de las marcas y modelos mencionados, sólo las motocicletas bávaras continúan en nuestras calles y carreteras como si nada. El resto, salvo contadas excepciones que se pueden catalogar como piezas de coleccionistas, han desaparecido del panorama motociclista nacional. Sin duda esto demuestra la excepcional calidad de las BMW de entonces.

En los primeros años de 1.980, BMW presentó un modelo que rompió con todos los esquemas de la marca: la BMW K-100. Una moto bien diseñada y mejor fabricada que marcó una época sobre todo entre los grandes ruteros. Años más tarde se construyó la K-75. Una superventas que estuvo en catálogo hasta los primeros años de los 90.

Tuvieron que pasar 20 años de su fabricación para que pudiera adquirir una BMW K-75S. Es increíble pero a pesar de sus 20 años, se pueda usar a diario con total tranquilidad por su contrastada fiabilidad y parco mantenimiento, similar al de un coche.

En parado puede resultar algo pesada, esta sensación desaparece una vez iniciamos la marcha. El motor es excepcional por su suavidad y progresividad, parece eléctrico pero a mi parecer se echa en falta una sexta marcha. La posición del conductor es aceptable y permite enfrentarse a largos viajes en buenas condiciones. La posición del pasajero es aún mejor, enorme asiento con muy buenos reposapiés y asideros laterales. Como es normal en BMW dispone de herrajes y maletas para cargar el equipaje del más exigente viajero.

Sorprende que pese a los años funcione todo y bien. También los detalles de terminación y acabado que hoy no se encuentran: pata lateral que se recoge al accionar el embrague, asidero retráctil para elevar la moto sobre el caballete, etc.

Tampoco hay que olvidar los aspectos negativos, o al menos las carencias de estos modelos frente a las motos actuales. La K-75 es una magnífica tragamillas, en autovías, autopistas o carreteras no muy reviradas. En carretera de montaña es harina de otro costal y ahí se notan los años. También en los frenos que catalogaría de suficientes.

En fin estamos, creo, ante una gran moto que todavía se puede ver en nuestras calles con bastante normalidad, y que para los nostálgicos considero altamente recomendable.



martes, 15 de marzo de 2011

La nueva esclusa de Sevilla en funcionamiento

Hace unos meses escribí en este blog mis impresiones después de visitar la nueva esclusa de Sevilla en un día de puertas abiertas. En aquella ocasión, y como recogían las fotos de entonces, era dificil imaginar el funcionamiento de este "ascensor gigantesco de barcos". Recientemente tuve la suerte de ser invitado por la Autoridad Portuaria a la nueva esclusa (ya en funcionamiento aunque no al 100%) y allí pude ver el paso de un buque portacontenedores por la misma. El barco en cuestión realiza la travesía semanal Sevilla-Canarias y debe tener unos 190 metros de eslora aproximadamente. Ahora con la nueva infraestructura podrán operar barcos mucho más grandes, que, por consiguiente, mejorarán la competitividad del puerto de Sevilla.

Imagen de la esclusa de hace unos meses, antes de su inauguración.


Impresionantes puentes levadizos.


Remolcador esperando la llegada del mercante para colaborar en la maniobra.


Llegada del portacontenedores.


Vista general del portacontenedores "Clara del Mar".


El buque abandona la esclusa.