lunes, 29 de diciembre de 2014

La última travesía del Panchito

El Puma 26 es un pequeño gran barco: clásico, marinero, seguro, bonito. No obstante nadie es perfecto y, ¡claro!, frente a un barco más moderno penaliza en algunos aspectos. Principalmente por la longevidad (35 años  en el caso del Panchito) y por su habitabilidad interior. Respecto al primer punto un buen mantenimiento puede solventar los problemas circunstanciales de la edad, pero frente al segundo problema sólo queda acudir a la resignación cristiana. El interior del Puma es práctico y atractivo pero la altura interior  de 1,74 m y las dimensiones del aseo son muy reducidas para su uso normal (Mínimas para las necesidades de una mujer de nuestro siglo).

En mi caso había llegado el momento de cambiar de barco. La idea de vender nuestro "Panchito"  me entristecía pero al mismo tiempo la búsqueda de un nuevo barco más amplio y confortable despertaba en mí alegría e ilusión. Finalmente el barco elegido lo encontramos en el mismo Club Náutico del Puerto de Santa María. Se trataba de un Jeanneau Sun Light 30 del año 90. Tampoco es que fuera un jovencito precisamente (24 años) pero conceptualmente en él sí se apreciaban las características de un barco mucho más moderno. Especialmente en lo que se refiere a la habitabilidad interior. Y en el aseo que mi mujer consideraba objetivo indiscutible. Como cumplía básicamente las espectativas de los dos, especialmente las de ella, lo compramos.

Entonces nos enfrentamos con el segundo problema: Vender el Puma 26. Tuvimos suerte y al mes teníamos el barco apalabrado con un señor de Fuengirola. Una vez cerrado el precio, la única condición que nos puso el comprador fue que le lleváramos el barco desde nuestro puerto base a Fuengirola antes de Semana Santa. Así cerramos el trato. Contábamos con tres semanas para llevarle el barco. Yo estaba muy contento por haber vendido el barco tan rápido pero sobre todo con la idea de transportar el barco hasta Fuengirola.

Tras una puesta a punto de una semana a nivel mecánico y estético, estaba todo preparado para la partida. Organizamos el viaje en tres escalas: Puerto de Santa María- Barbate (40 millas), Barbate- Sotogrande (50 millas), Sotogrande- Fuengirola (40 millas). En total unas 130 millas aproximadamente. Me ilusionaba especialmente cruzar el Estrecho de Gibraltar.

Pero el hombre propone y Dios dispone. Una concatenación de borrascas que accedían por la bahía de Cádiz imposibilitaron la partida. El Estrecho resultaba impracticable. Por suerte, unos días antes de Semana Santa, el tiempo mejoró y la deseada partida fue posible.

Sin embargo un trabajo de última hora me impidió  navegar esos dos o tres días buenos que vaticinaba la meteo. Tuve que contratar un patrón de la zona para que aprovechando la tregua de tres días cruzara el estrecho.

Se cumplieron los pronósticos y con viento favorable de fuerza 5 se pudo llevar el barco del puerto de Santa María a Sotogrande haciendo noche en Barbate. El paso del Estrecho se complicó un poco y el viento aumentó su fuerza a 6 con una ola bastante grande. Lo importante era que el barco ya estaba "al otro lado" y esto facilitaba sobremanera cumplir con lo acordado. El objetivo del patrón contratado quedó satisfecho en cuanto el barco amarró en el pantalán de espera de Sotogrande. Allí aguardaba con un amigo para recoger el testigo y continuar al día siguiente la última etapa hasta Fuengirola.

Al día siguiente temprano partimos de Sotogrande con algo de niebla y mucho frío. La travesía la realizamos en su totalidad a motor debido a la ausencia de viento. El mar, de un azul intensísimo, se mostraba como un espejo. Disfrutamos de la tranquilidad y de la belleza de la costa. Levantó la niebla y subió considerablemente la temperatura hasta el extremo de que pasamos bastante calor en las últimas horas.

En la bocana del puerto de Fuengirola nos esperaba el nuevo propietario. Poco antes cambiaron su rumbo una pareja de delfines que nos acompañaron en los últimos compases de la singladura.

Una vez amarrado el barco en su nuevo atraque, el nuevo propietario y sus amigos, todos ellos encantadores, nos invitaron a cenar en un restaurante del puerto. Punto y final a un día en el mar extraordinario.

Entrando en Sotogrande

Abandonamos Sotogrande al día siguiente

Calma chicha




La carta de navegación utilizada

Copita a bordo


Doblando Cabo Pino



Un par de delfines amenizaron las últimas millas


Llegando a Fuengirola

Puerto deportivo de Fuengirola