miércoles, 28 de octubre de 2009

Ceuta

Vista aérea de la Comunidad Autónoma de Ceuta.

Una gestión me llevó hace unos días a Ceuta. Esta ciudad, como todo el mundo sabe, tiene su emplazamiento en el norte de África, lo que le confiere una idiosincrasia especial respecto al resto de España.

Su historia, resumida brevemente, es la siguiente:

En el año 1.415 el rey de Portugal desembarca en la plaza norteafricana de Ceuta y conquista la ciudad para el reino de Portugal. Posteriormente, en el año 1.580, Ceuta se incorpora junto al resto del Reino de Portugal, al Imperio Español. En 1.640 tras la secesión de Portugal, Ceuta decide mantenerse bajo soberanía española. Tres siglos y medio después continúa ondeando la bandera de España en la muy Noble, Leal y Fidelísima Ceuta.

Para los que deseen visitar la ciudad, deben saber que el viaje comienza en Algeciras. Desde este puerto operan los grandes Ferrys que cruzan el estrecho de Gibraltar. El viaje dura algo menos de una hora y el billete de ida y vuelta cuesta 66 euros. En fin de semana existe una oferta que, por poco más, incluye la estancia en el Parador Nacional.

Disfrutamos mucho paseando por el centro de la ciudad, muy limpio y bien cuidado. También de la gastronomía local, a base de buenos pescados del litoral. Pienso que la ciudad ha mejorado mucho desde 1.997, año que estuve por razones laborales.

Me sorprende la malicia con la que actúan algunas cadenas de televisión cuando Ceuta o Melilla son protagonistas de la noticia. No se resisten a mostrar lo peor de las mismas, como los barrios más cutres y conflictivos, que dicho sea de paso, existen en casi todas las ciudades españolas.

Creo que la ciudad bien merece una visita. Además como puerto franco, resulta un centro de compras muy interesante, sobre todo en lo que a joyería y electrónica se refiere.


Adjunto a continuación algunas fotografías de la ciudad.

Parador Nacional "La Muralla".



Catedral de Ceuta.



Vista general del puerto deportivo de Ceuta.




Una de las playas de Ceuta.




Murallas Reales y Foso de San Felipe.



Gibraltar en el horizonte.



Iglesia de Santa María de África.




Comandancia General de Ceuta.



Bocana de entrada al Club náutico de Ceuta. Al fondo el monte Hacho.


viernes, 9 de octubre de 2009

Mi primera travesía


Cardinal oeste "Salmedina", al fondo el faro de Chipiona.


Ciertamente nuestra inexperiencia en la práctica de la navegación era manifiesta y la habíamos demostrado concienzudamente durante todo aquel verano de 1.999.

Incluso ese mismo viernes navegando desde el Puerto de Santa María a Rota con un ventarrón de más de 25 nudos por nuestra popa. Llegamos a Rota sanos y salvos pero empapados y después de algún que otro susto.

Una vez atracados tuvimos la suerte de encontrar una pareja que tenía pensado realizar el sábado la misma singladura que nosotros: Rota- Sevilla. Les pedimos ayuda porque no sabíamos nada, ni teníamos carta de navegación, ni gps, ni emisora, ni experiencia, ni nada de nada. Sólamente el compás de mamparo de nuestro pequeño Jeanneau Sun Fast 17... y muchas ganas.

Comenzó a chispear e invitados accedimos a la cabina del Puma 26, allí el Patrón desplegó sobre la mesa la carta de navegación de la Broa de Sanlúcar- Rota. En ella nos marcó las boyas de recalada: "El Quemado", "Salmedina" y "El Perro", en ésta última comenzaba el balizamiento del río Guadalquivir. Nos trazó los rumbos que debíamos seguir y nos recomendó que al día siguiente le siguiéramos para ir más tranquilos.

Amaneció lloviendo pero el viento que había soplado con fuerza durante toda la noche amainó. El amable matrimonio nos invitó a su barco a desayunar café con tostadas, que nos supieron a gloria en un ambiente tan agradable.

Soltamos amarras a las 8.30 h. Como estaba planteado seguimos a cierta distancia la estela del Puma 26. La primera parte de la travesía con algo de mar de fondo y viento la realizamos a vela y la disfrutamos a tope. Pero al alcanzar Salmedina tuvimos que continuar a motor por entrar en una calma. En la desembocadura del Guadalquivir el viento arreció y el mar se encabritó dando el barco grandes saltos. Para complicar más las cosas un transatlántico que bajaba de Sevilla y parecía que se nos echaba encima nos metió una pitada que nos heló la sangre. La verdad que fue un mal rato. A la altura de Sanlúcar de Barrameda aquel calvario cesó y ya a esa altura de la navegación habíamos perdido de vista a nuestros amigos.


Mercante fondeado en la desembocadura del Guadalquivir

Allí comenzábamos ilusionados, y con la marea a nuestro favor, el ascenso del Río Guadalquivir. Sin embargo la subida no resultó todo lo gratificante que esperábamos. Al mal tiempo se unía una espesa niebla producida por el humo resultante de la quema de los enormes arrozales que limitan con el río y de una lluvia fina y persistente que no paró en todo el día.

Llevaríamos aproximadamente la mitad del río cuando un despiste casi nos cuesta el barco y porque no decirlo la vida. Charlábamos mi amigo y yo, rumiando aquel consistente humo, cuando una mole gigantesca de acero y de color verde nos alcanzó por la amura de estribor. El impacto pudo ser peor de impactar por la proa pero, aún así, no fue nada desdeñable. Tras el impacto el barco rebotó como una enorme pelota que impacta con una superficie inexpugnable. ¡Nos habíamos tragado una boya de balizamiento del río!.

El resto de la navegación hasta Sevilla, sin más consecuencias que destacar, la realizamos un tanto cabizbajos.



Boya de aguas navegables "El Perro", también baliza nº1 del río Guadalquivir.

Nota: las fotos no se corresponden con la fecha en la que se desarrolló el relato. Las fotos se puene ampliar picando sobre ellas.

jueves, 8 de octubre de 2009

La venta "Los Conejos"

La Venta "Los Conejos" tiene su emplazamiento en el término municipal de Mairena del Alcor (Sevilla) y como su nombre deja entrever en ella sólo se sirve conejo.

No hace muchos días encontrándome en la zona aproveché para ir a comer a este establecimiento junto a un amigo.

En el camino que lleva a La Venta, ahora asfaltado, me dejé llevar por los recuerdos de cuando iba con mis padres siendo un niño.

A finales de los años 70 la venta no era más que una pequeña casita rural en medio del campo a la que se accedía por un mal camino de albero lleno de baches. Junto a la venta se contaban dos granjas de gallinas, una recolectora de aceitunas que lucía en su fachada la abeja de Rumasa y un cuartel del ejército, éste algo más alejado. Poco más había en la zona, a excepción de olivos y eucaliptos.

El local en su interior disponía de unas diez mesas de camilla enfundadas en sus respectivas enaguas. En invierno colocaban debajo de las mesas unos braseros de cisco.

Mi padre pedía conejo con arroz, en salsa, al ajillo, con tomate, también huevos fritos con patatas. Las mesas las servía Curro, un chaval de unos catorce años que era el hijo de los dueños. Su madre "La Dominga" era la maestra cocinera.

Un día, Curro nos llevó a la parte trasera de la casa. Allí tenían muchas jaulas repletas de conejos. Mi hermano José Manuel estaba entusiasmado porque le gustaban mucho los animales. Un señor que nos observaba sacó uno de la jaula y nos lo enseñó. Nosotros lo acariciamos. Poco después lo colocó sobre la base de un enorme tronco y de un certero golpe de machete le cortó la cabeza salpicándose de sangre el delantal que llevaba puesto. Mi hermano aquel día aborreció el conejo para siempre.