De pequeño era un poco metepatas, al menos eso dice mi madre. No puedo negar que existen numerosos ejemplos que corroboran este extremo. Como muestra un botón.
Recuerdo con claridad cuando mi madre nos llevaba a todos los hermanos al Club Náutico en las calurosas tardes de verano. Mi padre nos acercaba en el coche, del que nos bajábamos los siete hermanos. Corríamos hacia la portería o control de acceso en donde presentábamos los carnés.
Hasta los cuatro años se podía acceder al Club sin ser socio. El verano en el que cumplí los cinco años mi madre me llevó sin presentar el ya obligatorio carné. Con seis años continué accediendo por la cara. Y también con siete. A estas alturas el portero ya me vería muy crecido porque comenzó a preguntarme la edad todos los días. Yo siempre respondía la verdad y esto me costaba un pellizco retorcido de mi madre y un pescozón. Una vez en el interior del Club me llamaba metepatas y me pedía que al día siguiente dijera que tenía cuatro años.
Recuerdo con claridad cuando mi madre nos llevaba a todos los hermanos al Club Náutico en las calurosas tardes de verano. Mi padre nos acercaba en el coche, del que nos bajábamos los siete hermanos. Corríamos hacia la portería o control de acceso en donde presentábamos los carnés.
Hasta los cuatro años se podía acceder al Club sin ser socio. El verano en el que cumplí los cinco años mi madre me llevó sin presentar el ya obligatorio carné. Con seis años continué accediendo por la cara. Y también con siete. A estas alturas el portero ya me vería muy crecido porque comenzó a preguntarme la edad todos los días. Yo siempre respondía la verdad y esto me costaba un pellizco retorcido de mi madre y un pescozón. Una vez en el interior del Club me llamaba metepatas y me pedía que al día siguiente dijera que tenía cuatro años.
Ahora mirando la fecha de alta de mi carné extraigo la conclusión que hasta los nueve años estuve entrando en el club con mi madre dándome patadas en el culo. Y yo hasta el último día metiendo la pata.