Adoración de los magos. Diego Velázquez 1.619. Museo del Prado (click para agrandar imagen)
Diario abierto para compartir aficiones: el mar y la navegación, las motos clásicas preferiblemente españolas, los viajes, y temas de ayer y de hoy
Pantalán de espera en Vilamoura
Estamos en Vilamoura
MIÉRCOLES 4 DE JULIO.
Desayuno, limpieza de los barcos, comida en una de las terrazas del puerto y salida ¡por fin! a vela hasta Albufeira, una costa muy bonita, agua muy limpia, una maravilla. Por la noche repetimos fabada, y Padilla se anima a preparar unos chorizos picantes en la cocina del barco.
JUEVES 5 DE JULIO.
A las 07.45 h abandonamos el puerto de Vilamoura, no queda más remedio que regresar. Tenemos la mala suerte de que soplaba muy poco viento y además de levante (en la costa de Portugal y Huelva el viento predominante es el poniente). Así que nos hicimos a la idea de hacer todo el regreso a motor. A la altura del cabo de Santa María, quizás debido a la vaciante del estuario del río Formosa, nos sorprendió una castaña muy fuerte, pero fue breve. La mayor añadía medio nudo a nuestra velocidad media que era de casi 6,2 nudos. El calor era sofocante, a bordo no teníamos ni toldo ni bimini, ni nada parecido. Nos achicharramos. De nuevo por delante horas y horas para descansar, beber cerveza, intentar pescar, picotear, tiempo de vacaciones.
La confianza casi nos juega una mala pasada. Barco navegando a 6 nudos en un mar que estaba como un plato, calor mucho calor, piloto automático, rumbo rectilíneo y muchas horas por delante. Mi hermano que estaba de guardia (aunque realmente siempre estábamos los dos) buscando la sombra de la mayor se sentó en el exterior de la bañera apoyado en el guardamancebo, este se rompió y cayó al agua por estribor. Si en lugar de ir a su lado pendiente, duermo en el interior no creo que lo hubiera escuchado con el ruido del motor, mejor no pensarlo.
La costa española está infectada de boyas que señalizan la posición de las artes de pesca, hay que estar muy pendientes. A 7 millas de la costa de El Rompido observamos el paso de un delfín.
Llegamos a Mazagón con la puesta de sol (21.30h), la travesía se nos hizo un poco larga por el calor. Repetimos la maniobra de siempre: ducha, cervezas reparadoras y buena cena. Nuestros amigos nos invitaron a una magnífica cena en el Club Náutico. Nunca pensé que en un puerto onubense pudieran preparar un solomillo de ternera tan exquisito, más propio del norte de España que de Huelva.
Bandera de la Provincia Marítima de Sevilla y Sanlúcar
Cuando alcanzamos la cima, el buitre carroñero, perdió la paciencia y abandonó la zona decepcionado. Apabullado por una victoria, ganada a pulso.
Un buen día mi hermano mayor me informó que un conocido suyo, vendía una Sanglas 500S por 30.000 pesetas. Al parecer la moto funcionaba perfectamente y a pesar de sus años presentaba un aspecto muy bueno.
Este anuncio de venta coincidió con las navidades, fiesta en la que mi maltrecha economía de estudiante se recuperaba un poco, y alcanzaba las cotas de prosperidad más altas de todo el año.
Con sufrimiento pude reunir la cantidad exigida. Inmediatamente adquirí aquella preciosidad de moto, que efectivamente estaba muy bien conservada. La recuerdo con especial cariño porque, entre otras cosas, se trataba de mi primera moto. La ilusión era grande y no me importó que en la presentación, el arranque eléctrico no funcionara y que por tanto la puesta en marcha fuera a patada. Este era un detalle menor, sin importancia para un chaval de mi edad.
Sin perder tiempo, arranqué la moto y corrí presto a enseñarla a mis hermanos. Creo que era el día más feliz de mi vida. Pero la alegría duró poco, porque la moto no volvió a arrancar. Al parecer "el vendedor" había ocultado una avería interna del motor. El alternador estaba roto, no cargaba la batería, esta se descargaba, y la moto no arrancaba. La decepción fue grande porque mi economía no tenía visos de recuperarse en meses, y menos en la cuantía que exigiría una reparación de estas características. Mi padre se apiadó de mi y pagó la que sería la primera factura de la Sanglas. La seguirían otras.
Sanglas 500S, perfectamente conservada.
La moto era una auténtica gozada para los sentidos. En parado sólo la contemplación de su bella estampa compensaba la compra. En marcha, poseía unos bajos muy poderosos que la hacían avanzar con facilidad y soltura. Los pistonazos se sentían con claridad bajo el asiento. El sonido era simplemente espectacular. Los que hayan escuchado una Sanglas, saben de lo que hablo.
De las motos que he tenido en mi vida esta, sin duda, ha sido la que más he empujado. Normalmente camino del taller. La cruda realidad se imponía una y otra vez, era imposible mantener una moto antigua de estas características sin dinero. El poco dinero que tenía lo invertía en ella pero no era suficiente. Sería injusto no dejar constancia de las grandes satisfaciones que me proporcionó la Sanglas en el corto periodo de tiempo que pude disfrutarla.
La última vez que la vi, me la pidió mi hermano para dar un paseo. En esta ocasión fue él quién la acompañó al taller, por el que al parecer, tenía cierta querencia. En lo que significó su último viaje.
Al día siguiente, con un chichón en la frente, y algo más de confianza, invité, a mi primera navegación a vela en solitario a mi hermana Cristina, a mi hermano Carli, a su novia ahora mujer Mirian y a mi novia ahora mujer Eva. Menciono estos nombres con cariño y agradecimiento porque sé, que ellos igual que yo, no olvidarán nunca aquel día de navegación. Fueron testigos de excepción, como conejillos de indias, de la inoperancia e incompetencia del patrón y del susto tan grande que todos nos llevamos de vuelta a casa, y creo que en el caso de algunos de ellos, imborrable y para toda la vida.
Ahora con más experiencia, y muchas carencias, extraigo la conclusión "que para aprender no existe otro camino que la práctica", pero que mi inconsciencia en aquellos momentos me colocaba en una situación de riesgo permanente.
Estos "sustos"en ningún caso me desanimaron, más bien todo lo contrario. Así que pronto, mi socio de barco y yo organizamos una travesía de altura para nuestra escasa preparación: Puerto Sherry- Sevilla. Un viaje inolvidable, que por no hacer muy larga esta historia, ya contaré otro día.