Después de nuestra primera experiencia tan amarga con el pantalán, entendimos que para soltarnos y ganar confianza, necesitábamos recibir algunas clases prácticas de algún amigo con conocimientos en la navegación a vela.
En los últimos años había disfrutado de la amistad y confianza del suegro de mi buen amigo Javier León. Con él una vez al año, en el mes de octubre, nos enrolábamos para realizar el ascenso del Guadalquivir, desde "El Rompido" a "La Puebla del Río". 40 años de experiencia en la navegación a vela le erigía como mi candidato favorito a instructor.
Recuerdo perfectamente esta primera clase práctica, muy básica, en la que navegamos primero sólo con foque, después sólo con mayor y al final del día con foque y mayor. Estudiábamos el comportamiento del barco y la posición de las velas según el rumbo emprendido. En una de estas maniobras, practicando la trasluchada, la botavara barrió la bañera y a su paso se llevó mi cabeza por medio en un dolorosísimo "¡gong!.
Al día siguiente, con un chichón en la frente, y algo más de confianza, invité, a mi primera navegación a vela en solitario a mi hermana Cristina, a mi hermano Carli, a su novia ahora mujer Mirian y a mi novia ahora mujer Eva. Menciono estos nombres con cariño y agradecimiento porque sé, que ellos igual que yo, no olvidarán nunca aquel día de navegación. Fueron testigos de excepción, como conejillos de indias, de la inoperancia e incompetencia del patrón y del susto tan grande que todos nos llevamos de vuelta a casa, y creo que en el caso de algunos de ellos, imborrable y para toda la vida.
Ahora con más experiencia, y muchas carencias, extraigo la conclusión "que para aprender no existe otro camino que la práctica", pero que mi inconsciencia en aquellos momentos me colocaba en una situación de riesgo permanente.
Estos "sustos"en ningún caso me desanimaron, más bien todo lo contrario. Así que pronto, mi socio de barco y yo organizamos una travesía de altura para nuestra escasa preparación: Puerto Sherry- Sevilla. Un viaje inolvidable, que por no hacer muy larga esta historia, ya contaré otro día.
2 comentarios:
Soy uno de los tripulantes que iba en esa primera navegación familiar ( ni nadaba ni nado muy bien actualmente; es una pequeña pista sobre mi identidad paar evitar represalias por parte del autor )
El "susto", no fue un susto fue un "sustazo". El mini barco ( que parecía una patera por el número de tripulantes ), se fue de un lado para otro ( los lados rozaron el agua ) y todos comenzamos a gritar pensando que nos hundíamos y que él que tenía mas experiencia llevaba esacasísimo tiempo navegando y dependíamos todos de él. A día de hoy, todavía no se me ha olvidado.
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