En una de aquellas jornadas lúdicas tan memorables, quedé con mis amigos Adriano y Javier León para ir de pesca.
El padre de Adriano, gran aficionado a la pesca, se brindó a dejarnos algunas de sus cañas. La verdad es que tenía muchas, muy buenas y caras. Con mesura y conocimiento nos fue enseñando su extensa colección al tiempo que nos indicaba las características técnicas de aquellos fabulosos carretes.
Una de ellas, su favorita, tenía un gran valor sentimental, porque había sido de su padre y aglutinaba los recuerdos del ser querido perdido para siempre.
Llegó la hora del reparto: a su hijo le dio una de las regulares, a mi amigo Javier una del montón. Cuando llegó mi turno dudó unos instantes y finalmente me entregó la de su padre.
Unos meses más tarde mi amigo Javier León vendió su Renault 12 ranchera. La caña de pescar del abuelo de mi amigo iba dentro del coche y nadie reparó en ello.
Han pasado muchos años de aquello y todavía no tengo constancia que el padre de Adriano la haya reclamado.
3 comentarios:
Hola Alvarito,
estaba en mi salón, peleando con unos planos en formato A1, cuando decidí hacer un receso.
¿Que mejor que "navegar" en el diario de mi querido cuñado?
Tras leer tu última inspiración pensé, ¿que habrá tomado Alvaro?
¿Habrá cambiado su narrativa lineal y fresca?
Tendré que esperar a tu próxima historia para certificar lo que creo, se ha tratado de un relato nacido en una angustiosa tarde de domingo.
Un abrazo, a mi también me pasa.
Por su interés , hago público un correo electrónico recibido en el día de ayer, por uno de los implicados en la pérdida de la caña.
"..¡Pero qué maricona eres!. No he querido salir a pescar desde el incidente de la caña porque tendría que pedirle a mi padre los útiles de pesca y entonces es cuando se puede poner a llorar cuando no encuentre la caña. Por cierto hay un pequeño error: la caña era de su suegro (mi abuelo materno), pero la historia no sería la misma..."
Alvaro, ¿que pasó con el relato que me dejó totalmente desorientado?.;)
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